miércoles, 30 de octubre de 2019

Nunca nos fuimos pero ahora volvimos

Este blog lo pensé en el año 2015, en momentos donde ya estaba definido que la derecha iba a gobernar nuestro país durante los siguientes cuatro años. En aquellos tiempos reinaba la incertidumbre por no saber la gravedad de lo que se venía. Hubieron optimistas que hablaron de una “nueva derecha”, se habló también de la posibilidad de un gobierno que continuase las políticas de Estado que venían dando resultados, también estuvieron los fatalistas que desde el día uno de Macri hablaron de una dictadura y hasta usaban frases del tipo “ni Videla se animó a esto”. Ya pasaron cuatro años ¿qué se puede decir?

Si hay que empezar diciendo algo sobre estos cuatro años, sin exagerar lo fatalista, tengo que decir que algunos no lo contaron. Entre ellos están quienes fueron asesinados durante, o en contexto de, represión a manifestaciones, también están los asesinados por las fuerzas policiales envalentonadas por un gobierno que miraba al costado con el gatillo fácil, los muertos invisibles y difíciles de contar que se los llevó la falta de salud por carencia de medios de vida dignos. Aquellos que vieron deteriorada su salud y su ánimo después de verse sin una fuente de ingresos para mantener a su familia, para cubrir los gastos de salud, de educación, de vivienda y que un día no pudieron más. A ellos es dificil de contarlos, como tantos otros muertos invisibles, pero sin duda ese número aumentó estos años. Estos no la pudieron contar.

¿Nueva derecha? ¿vieja dictadura? ¿más de lo mismo? Ni sí, ni no, ni blanco, ni negro. Lo novedoso de esta “nueva derecha” fue una política comunicacional muy bien adaptada a los tiempos que corren y sobre todo, quizás más importante, un partido de derecha que gana con los votos en las urnas. En este país, por lo menos, que la derecha se haya encolumnado detrás de un partido y no detrás de los cuarteles, es un gran avance para la democracia y la convivencia pacífica. Sin dudas no fue una dictadura,como tampoco fue un gobierno que defendiese (como se proclama) a capa y espada los valores republicanos. El punto más cercano (y aún así lejos) con la dictadura, además de los planes económicos similares, estuvo en la mano dura de las fuerzas represivas. El envalentonamiento de las mismas, como dije antes, se llevó la vida de quienes hoy no la cuentan.

Políticas de Estado... ¿se comen? Lamentablemente la esperanza de que podamos ser un país con proyectos  a largo plazo que trasciendan los diferentes gobiernos quedó relegada durante estos cuatro años. En cuanto a ciencia, educación, derechos humanos e industrialización, este gobierno recortó y postergó cuanto pudo. De repatriar científicos y hacerlos trabajar acá pasó a ningunearlos y exiliarlos. De seguir creando universidades, escuelas y jardines, paso a declarar una guerra contra los educadores y recortarles el presupuesto. Hasta casi reemplazan a todos los docentes por voluntarios que no sabían diferenciar el “hay” del “ahí”. En cuanto a derechos humanos otra vez pusieron en agenda la teoría de los dos demonios y casi dan domiciliaria para los genocidas. Y de industrialización mejor no hablar: miles de pymes tuvieron que bajar la persiana porque el ahogo y la caída de consumo hicieron insostenible su situación. Bueno, difícil nombrar por este medio tantas políticas de estado que se abandonaron, valgan los ejemplos anteriores para sintetizar el punto.

Como trabajador y estudiante durante estos años doy fe de que en muchos momento sentí estar en una pesadilla. Como estudiante pasé de cobrar una beca y hasta poder anillar todos y cada uno de mis apuntes, a tener que resignar materias por no llegar a comprar todo el material bibliográfico. Incluso en mi peor momento tuve que ir a cursar saltando los molinetes del subte porque ya ni la tarjeta SUBE tenía cargada. Y como trabajador más de una vez me vi agarrándome la cabeza por la angustia que producía trabajar tanto y aún así no llegar a fin de mes. Y digo, me pasó a mi con un trabajo aceptable y sin tener que mantener una familia. No puedo imaginar la angustia de alguien en situaciones más desfavorables. Usar la tarjeta de crédito para comprar comida y los aguinaldos para pagar deudas acumuladas fueron una constante estos años, doy fe.

Recuerdo haber empezado a escribir este blog en el 2015 y decir que cuando volviéramos íbamos a hacerlo “con los barcos de nuestros enemigos” y sí, algo de eso hubo. Aceptando las reglas de juego actual, asimilando que de la misma forma que nos fuimos no se podía volver, imitando aquellas estrategias que daban resultados de nuestros “enemigos” un día como hoy, o  mañana, vamos a poder decir “volvimos mejores”. Volvemos mejores porque nuestros barcos quedaron obsoletos y fue necesario dar una vuelta de rosca, que costó darla, aceptar los cambios y adaptarnos.

Este blog cierra un ciclo para mi, el objetivo testimonial que quise darle ya lo tuvo. Aunque con pocas entradas y visitas, y más diario íntimo que blog público, me gusta entrar de vez en cuando y leer por arriba cada publicación, en especial la fecha de publicación y entender el por qué de cada palabra, de cada oración, recordar lo que pasaba en ese momento. Me siento muy entusiasmado por el momento político que se viene, por la posibilidad de poder hacer todo mejor de lo que hicimos antes, de corregir cada error que tuvimos, de esforzarnos el doble que antes, de entender que en el trabajo diario va a estar la clave para quedarnos y no en dejar librada nuestra suerte a las campañas electorales, y aunque nunca nos fuimos, ahora volvimos.

domingo, 13 de octubre de 2019

Viento dile a la lluvia


Amo escuchar que llueve, acercarme a la ventana y no ver una ciudad desde ahí sino una pared blanca de agua que lo cubre todo. Una pared blanca diciendo que no hay nada más en ese momento y lugar que una fría lluvia, como invitándolo a uno a poner pausa y reflexionar.


También disfruto ese momento con cierto remordimiento por saber que al mismo tiempo, en otro lugar, hay personas padeciendo esa lluvia que tanto amo. Es que, como casi todas las cosas en la vida, lo que unos disfrutan otros lo padecen.

Y digo “como casi todas” porque en realidad, observando con un poco de detenimiento, son casi todas (tal vez sean todas, pero no me animo a afirmarlo). Basta observar lo que consumimos a diario, cada producto, cada servicio, cada cosa que disfrutamos en algún momento o fue, o es, o va a ser el sufrimiento de otra persona y también de otros seres vivos.

Inmerso en una nube de reflexiones, de contradicciones latentes, de reproche interno, empiezan a levitar conclusiones del tipo “es el sistema capitalista, en su naturaleza está marcado a fuego el sufrimiento, la explotación del hombre (y del medio ambiente) por el mismo hombre” o “es el actual modelo de consumo que nos lleva a esta situación”, también ante los sufrimientos diferenciados uno nunca deja de pensar en la inequitativa distribución de la riqueza que cambiaría mucho el panorama general, la desidia a la cual los Estados someten a sus pueblos, ya sea por acción u omisión, y me sale decir “con qué poco todo esto sería mejor para mucha gente!”.

Pensamientos yendo para un lado, críticas yendo para otro, cayendo todos a la vez como caen las gotas de lluvia y las preguntas retóricas sin hacerse esperar empiezan con el clásico “cómo permitimos esto?” o la pregunta más apurada de todas “hasta cuándo?”, mientras miro un paisaje desdibujado de lo que fue hasta hace unos momentos la ciudad.

Pienso que pienso muchas cosas, pero siempre llego a la misma idea que deseo ver realizada, un anhelo vulgar que significa mucho y es que sueño con un mundo donde todos puedan disfrutar la lluvia.