sábado, 26 de enero de 2019

El bueno, el malo y el ilegítimo


Hasta ahora no había escrito nada, pero en el mundo en su total totalidad (si me permiten la redundante redundancia) no pasa otra cosa que lo que pasa en Venezuela. El mundo llegó a un nivel de paz y bienestar general que los líderes de las potencias y países satélites no tiene en sus agendas internacionales ningún otro tema más que la situación de Venezuela.

Resulta que el hit del verano es Venezuela y hasta el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reunió para cantarlo, pero lo que nos preguntamos es, y permitanme el lenguaje académico, ¿qué onda Venezuela?

Bueno, se los resumo así nomás: todo empezó durante el 2018 (por decir un año), cuando estaba previsto celebrarse elecciones en mayo del mismo (en realidad antes, pero se modificó la fecha). Cuestión que el frente opositor de mayor importancia en Venezuela por “desacuerdos” (vamos a decir) con la CNE, se negó a participar de las elecciones porque las mismas iban a ser fraudulentas y un circo para intentar legitimar a Maduro. Resulta que tan, pero tan, fraudulentas iban a ser esas elecciones que hasta la ONU y otros organismos internacionales se negaron a ser veedoras del proceso electoral, alegando la falta de garantías democráticas.

Finalmente las elecciones se celebraron un domingo 20 de mayo de 2018, el bloque opositor más importante no participó y la abstención le ganó a todas las fuerzas que participaron de las elecciones. Teniendo en cuenta que votar no es obligación en Venezuela, el porcentaje de participación fue el más bajo de toda la historia reciente: 46.07%. De todas formas el oficialismo se impuso con un 30.42% sobre el total del padrón.

A partir de ese momento empezó una campaña fogoneada por la oposición más radicalizada de Venezuela para que la comunidad internacional no reconociera estas elecciones y su resultado. El asunto se caldeó mucho más a partir del 10 de enero, día en que juramentó Maduro para su segundo mandato hasta 2025. Y si la cosa no se podía caldear más, el presidente de la Asamblea Nacional se autoproclamó presidente y fue inmediatamente reconocido por EEUU, Canadá, Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Paraguay, Israel y una larga lista de países de la comunidad europea y otros. Y en una de esas rarezas de la política internacional, una lista de países ratificaron su reconocimiento a la presidencia de Maduro, en especial Rusia, China, Turquía, Cuba, Nicaragua y una larga lista de países de Asia, África y algunos países caribeños, entre otros.

Bueno, leyendo estos dos últimos párrafos, ya sabemos de qué va esto: un juego de conceptos y un juego de política mundial.

Desde la oposición venezolana se habla de la ilegitimidad del gobierno de Maduro y desde el oficialismo se habla de la legalidad de su gobierno (entendiendo ésta como legitimidad). Conceptualmente está bien planteado, ya que la oposición habla de un presidente ilegítimo y resulta que discutir lo legítimo o ilegítimo es entrar en el campo de la subjetividad. Por ejemplo ¿es legítimo que un gobierno que tiene cuatro años de mandato endeude a un país por 100 años? (por poner a Argentina como ejemplo). Para mi, y seguramente para una mayoría, no lo es. Pero, mal que nos pese, tiene legalidad.

Hablar de la legitimidad de Maduro, aunque sea entrar en el campo de lo relativo, en este punto a la oposición “le salió bien” ya que es un presidente respaldado por el voto del 20% de la población total. No se puede saber a ciencia cierta a quién respalda el/la venezolano/a que no fue a votar, ni tampoco el/la que todavía no está en condiciones de votar, pero en los números duros el respaldo al gobierno es numéricamente escaso. Sin embargo es un gobierno completamente legal y que la comunidad internacional no puede no reconocerlo, y menos que menos reconocer a un presidente paralelo.

Terminado el análisis conceptual sobre legítimo e ilegítimo, entra en juego el tablero de la política internacional, cual TEG, donde el mundo se divide, cual guerra fría, en dos grandes polos: EEUU y la comunidad europea vs. Rusia y China. A veces cuando se habla de Venezuela en los medios locales, se habla solamente de Venezuela y Maduro, pero en realidad hay un elefante que pasa por atrás y es la política internacional. En el “reparto del mundo” que se está llevando a cabo con mayor intensidad en algunas regiones, entró en juego Venezuela. Mientras en otras regiones del mundo EEUU pierde terreno frente a China y Rusia, no puede permitirse éste perder terreno en su “patio trasero”. Venezuela, más allá de todo, representa una amenaza en la región para sus intereses, ya que es la entrada y permanencia de Rusia y China en la región, más allá de que estas potencias también estén presentes en todo el continente.

El rol de Venezuela viene siendo como el de Cuba en épocas de guerra fría: el enclave cercano a EEUU con potencial de ponerlo en jaque en su propia casa. ¿Por qué las potencias se interesan tanto por Venezuela? Por sus recursos, obvio, y por su rol “desestabilizante” en una región alineada a EEUU. No lo puede seguir permitiendo EEUU, no puede permitirse Rusia y China perderse la oportunidad de aprovechar Venezuela.

A todos los condimentos de la política internacional se suma el “Grupo de Lima” o el “Cartel de Lima” (como cariñosamente le dice Maduro). Básicamente el “Grupo de Lima” irrumpe en escena para legitimar desde la región las acciones que quieran llevar a cabo en contra del gobierno de Maduro y de paso sentar un precedente nefasto contra la autodeterminación de los pueblos y el principio de no intervención en los asuntos los países. Un precedente que incluso puede ser aún peor si se consuma un golpe de Estado en Venezuela, ya que podría tratarse del golpe de Estado más legitimado por la región (¡y en el siglo XXI!).

En resumen, un quilombo. Se podría seguir profundizando sobre estos dos ejes, lo conceptual y el plano internacional, pero intenté sintetizarlo lo más posible y se extendió más de lo que pretendía. Creo de todas formas que esta publicación respondió a la pregunta inicial de “¿qué onda con Venezuela?” y cumple con la función que quiero darle al blog: escribir disparadores y alertar sobre algunas cuestiones que en la agenda mediática se suele pasar por alto. Quedaron afuera el tema de la crisis política, económica y humanitaria de Venezuela que quizás más adelante le dedique una publicación a parte. Mientras tanto, adeus!