viernes, 24 de enero de 2020

Cartas Amarillas

Soy de una generación que mientras aprendió a escribir una carta aparecieron unos hombres de negro a decir que nos olvidemos de ese conocimiento obsoleto: ahora venía al celular, el mail, las redes sociales y lo que sea que venga después. 

Ésta generación de la que formo parte escribió cartas y no indirectas que medio mundo lee. Bueno, hizo una cosa después la otra. En mi caso nunca asimilé mucho los cambios porque soy algo terco, prefiero hacer lo que me gusta y no lo que se supone que deba estar haciendo. 

Quizás por eso agarro una hoja, una lapicera y me gasto los dedos escribiendo. O mejor dicho, me acalambro los dedos. 

Siento que lo escrito en una hoja de papel es más palpable y más sincero si hay algo escrito a mano, con los errores, sin autocorrectores,  y con esa letra no uniforme que se estremece un poco cuando escribe las palabras más profundas pocas veces dichas. 

Es tangible por lo menos. Podría caerse el internet del mundo entero y uno todavía podría decir que esa carta existe. Por eso me gusta escribir de esta forma las cosas que siento a veces. 

Escribo animado, escribo triste, escribo sobre el amor sufriendo un desamor. Te escribo a vos, le escribo a nadie, les escribo a todos. 

Las cosas que sentí fueron sinceras, mis intenciones eran hacerte sentir bien mientras estuvieses a mi lado (por ser el único momento donde podría tener más injerencia para hacerlo) y deseando que separados estuvieses bien.

Fui un bueno tonto. Porque hay que saber que están los forros, los buenos vivos y los buenos tontos, que llevan la bandera y creen que con eso es suficiente. Nadie vino para este lado, todo fue dicotómico entre las otras dos opciones. Pienso que se lo perdieron, pero realmente siento haber perdido mucho más yo. 

Supongo que ya pasó mucho tiempo, supongo que ya perdí mi oportunidad, pero debo decir que los sueños en donde estabas fueron lindos. Me sentí en ellos, a tu lado, un hombre feliz (y vos también parecías estarlo). 

El mundo lo daba por descontado cuando veía esa risa tremenda que tenés, que noto que a veces te la cubrís, no sé si porque alguien alguna vez te hizo sentir mal de tenerla o porque vos pensas que es demasiado. Yo te digo: que se rompa esa sonrisa. Que suene, que se rompa, se desarme y vuelva a armar! Yo voy a estar mirándola con mucho cariño. 

Que tu sentir rebelde, distinto al mío, juegue poniendo en jaque mis creencias, juegue cuestionándome tantas veces como puedas, que juegue y que moleste. Que si la rebeldía no molesta a nadie entonces no sirve de nada.

Voy a seguir mi camino, pensando en otras cosas, olvidando lo fuerte que pude sentir todo esto, el dolor sufrido, la espera eterna, las señales confusas, el creer que todo estaba perdido. 

Voy a seguir mi camino olvidándote todo lo que pueda, pero si un día nos volvemos a cruzar, porque el destino es caprichoso y cuando quiere hace esas cosas, voy a recordarlo todo, voy a sentirlo todo, absolutamente todo como fue la primera vez y en adelante. 

Esto intenta ser un punto final, pero si volvemos a vernos, solo habrá sido un punto seguido. 
Este capítulo así concluye, los mejores deseos para vos, para todos y para nadie.