jueves, 22 de febrero de 2018

No es purismo, es coherencia

No pretendo de mis dirigentes y responsables políticos la perfección. Tampoco la espero de mis compañeros y compañeras, como tampoco quisiera que ellos y ellas la esperaran de mi. Y aunque en el ámbito de lo político contemos con grandes cuadros que lograron una construcción admirable, no por eso podemos obviar cuestiones personales que son cada vez más cuestiones políticas. 

Los tiempos que corren nos obligan a que dejemos atrás los argumentos que se usaban para evitar las contradicciones que hoy hay que enfrentar. La zaraza de que el político no debe ser juzgado bajo una ética cristiana porque la política tiene su propia ética, es válida siempre que el político no proclame la justicia social y entre cuatro paredes contribuya a evitar la misma. Porque en principio o es un hipócrita o juega para el enemigo. Y juzgando bajo la ética cristiana es un Judas cualquiera. 

Hay una batalla al interior de los movimientos, al interior de las estructuras, en donde se define el modelo de militante que pretende “volver mejor”. Entre los que quieren volver mejores se filtraron expresiones de la opresión, del abuso, de lo salvaje, lo putrefacto que hay en la sociedad, que se sientan o trabajan para quienes ocupan lugares de conducción y representación en la organización de la que formo parte desde que tengo 18 años. Pero del otro lado hay militantes sin una sola mancha, que militan por la genuina convicción de que una sociedad justa es posible, que no son perfectos o perfectas, que les falta mucho camino por andar, pero que responden a un modelo íntegro de militante, que en su vida son consecuentes con sus ideas y discursos. 

De quienes traicionaron a sus militantes, a sus simpatizantes, a la organización, y todavía están acobijados en la estructura por decisión política de quienes no quieren ver esta realidad, ya no espero nada de ellos y ellas. Por quienes responden al modelo íntegro de militante, los y las que para mí van a tener el rol de cumplir con el mandato de volver mejores, me quedo en la organización a su entera disposición y con la pretensión de que no pierdan un valor invaluable del militante político: su humanidad.

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