Hasta ahora
no había escrito nada, pero en el mundo en su total totalidad (si me permiten
la redundante redundancia) no pasa otra cosa que lo que pasa en Venezuela. El
mundo llegó a un nivel de paz y bienestar general que los líderes de las
potencias y países satélites no tiene en sus agendas internacionales ningún otro
tema más que la situación de Venezuela.
Resulta que
el hit del verano es Venezuela y hasta el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas se reunió para cantarlo, pero lo que nos preguntamos es, y permitanme el
lenguaje académico, ¿qué onda Venezuela?
Bueno, se los
resumo así nomás: todo empezó durante el 2018 (por decir un año), cuando estaba
previsto celebrarse elecciones en mayo del mismo (en realidad antes, pero se
modificó la fecha). Cuestión que el frente opositor de mayor importancia en
Venezuela por “desacuerdos” (vamos a decir) con la CNE, se negó a participar de
las elecciones porque las mismas iban a ser fraudulentas y un circo para
intentar legitimar a Maduro. Resulta que tan, pero tan, fraudulentas iban a ser
esas elecciones que hasta la ONU y otros organismos internacionales se negaron
a ser veedoras del proceso electoral, alegando la falta de garantías
democráticas.
Finalmente
las elecciones se celebraron un domingo 20 de mayo de 2018, el bloque opositor
más importante no participó y la abstención le ganó a todas las fuerzas que
participaron de las elecciones. Teniendo en cuenta que votar no es obligación
en Venezuela, el porcentaje de participación fue el más bajo de toda la
historia reciente: 46.07%. De todas formas el oficialismo se impuso con un 30.42%
sobre el total del padrón.
A partir de
ese momento empezó una campaña fogoneada por la oposición más radicalizada de
Venezuela para que la comunidad internacional no reconociera estas elecciones y
su resultado. El asunto se caldeó mucho más a partir del 10 de enero, día en
que juramentó Maduro para su segundo mandato hasta 2025. Y si la cosa no se
podía caldear más, el presidente de la Asamblea Nacional se autoproclamó
presidente y fue inmediatamente reconocido por EEUU, Canadá, Brasil, Argentina,
Colombia, Chile, Paraguay, Israel y una larga lista de países de la comunidad
europea y otros. Y en una de esas rarezas de la política internacional, una
lista de países ratificaron su reconocimiento a la presidencia de Maduro, en
especial Rusia, China, Turquía, Cuba, Nicaragua y una larga lista de países de
Asia, África y algunos países caribeños, entre otros.
Bueno,
leyendo estos dos últimos párrafos, ya sabemos de qué va esto: un juego de
conceptos y un juego de política mundial.
Desde la
oposición venezolana se habla de la ilegitimidad del gobierno de Maduro y desde
el oficialismo se habla de la legalidad de su gobierno (entendiendo ésta como
legitimidad). Conceptualmente está bien planteado, ya que la oposición habla de
un presidente ilegítimo y resulta que discutir lo legítimo o ilegítimo es entrar
en el campo de la subjetividad. Por ejemplo ¿es legítimo que un gobierno que
tiene cuatro años de mandato endeude a un país por 100 años? (por poner a
Argentina como ejemplo). Para mi, y seguramente para una mayoría, no lo es.
Pero, mal que nos pese, tiene legalidad.
Hablar de la
legitimidad de Maduro, aunque sea entrar en el campo de lo relativo, en este
punto a la oposición “le salió bien” ya que es un presidente respaldado por el
voto del 20% de la población total. No se puede saber a ciencia cierta a quién
respalda el/la venezolano/a que no fue a votar, ni tampoco el/la que todavía no
está en condiciones de votar, pero en los números duros el respaldo al gobierno
es numéricamente escaso. Sin embargo es un gobierno completamente legal y que
la comunidad internacional no puede no reconocerlo, y menos que menos reconocer
a un presidente paralelo.
Terminado el
análisis conceptual sobre legítimo e ilegítimo, entra en juego el tablero de la
política internacional, cual TEG, donde el mundo se divide, cual guerra fría,
en dos grandes polos: EEUU y la comunidad europea vs. Rusia y China. A veces
cuando se habla de Venezuela en los medios locales, se habla solamente de
Venezuela y Maduro, pero en realidad hay un elefante que pasa por atrás y es la
política internacional. En el “reparto del mundo” que se está llevando a cabo
con mayor intensidad en algunas regiones, entró en juego Venezuela. Mientras en
otras regiones del mundo EEUU pierde terreno frente a China y Rusia, no puede
permitirse éste perder terreno en su “patio trasero”. Venezuela, más allá de
todo, representa una amenaza en la región para sus intereses, ya que es la
entrada y permanencia de Rusia y China en la región, más allá de que estas
potencias también estén presentes en todo el continente.
El rol de
Venezuela viene siendo como el de Cuba en épocas de guerra fría: el enclave
cercano a EEUU con potencial de ponerlo en jaque en su propia casa. ¿Por qué las
potencias se interesan tanto por Venezuela? Por sus recursos, obvio, y por su
rol “desestabilizante” en una región alineada a EEUU. No lo puede seguir
permitiendo EEUU, no puede permitirse Rusia y China perderse la oportunidad de
aprovechar Venezuela.
A todos los
condimentos de la política internacional se suma el “Grupo de Lima” o el “Cartel
de Lima” (como cariñosamente le dice Maduro). Básicamente el “Grupo de Lima” irrumpe
en escena para legitimar desde la región las acciones que quieran llevar a cabo
en contra del gobierno de Maduro y de paso sentar un precedente nefasto contra
la autodeterminación de los pueblos y el principio de no intervención en los
asuntos los países. Un precedente que incluso puede ser aún peor si se consuma
un golpe de Estado en Venezuela, ya que podría tratarse del golpe de Estado más
legitimado por la región (¡y en el siglo XXI!).
En resumen,
un quilombo. Se podría seguir profundizando sobre estos dos ejes, lo conceptual
y el plano internacional, pero intenté sintetizarlo lo más posible y se
extendió más de lo que pretendía. Creo de todas formas que esta publicación respondió
a la pregunta inicial de “¿qué onda con Venezuela?” y cumple con la función que
quiero darle al blog: escribir disparadores y alertar sobre algunas cuestiones
que en la agenda mediática se suele pasar por alto. Quedaron afuera el tema de
la crisis política, económica y humanitaria de Venezuela que quizás más
adelante le dedique una publicación a parte. Mientras tanto, adeus!